martes, 5 de diciembre de 2017

RECORDANDO A FRANCISCO “EL CUCO”

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VI
LAS “PELLIZAS”
El contenido de este texto me fue transmitido una mañana de agosto por Paqui, su hija. Hacía ya algunos días que me comunicó el deseo de relatarme algunas estampas graciosas que protagonizó su padre y que ella recordaba con mucho cariño. Pasaron unas fechas, de nuevo coincidimos en la “churrería”, ella ya estaba sentada en la puerta a la sombra del toldo, después de los saludamos nos propuso sentarnos para relatarme los hechos.
Los que tenemos algunos años sabemos bien que cuando el señor Francisco vivía en nuestro pueblo protagonizaba, un día sí y el otro también, estampas graciosas y con sus ocurrencias alegraba la vida a quienes estaban próximos a él en ese momento. En nuestros tiempos estas escenas no causarían a los villargordeños el impacto que entonces sí tenían… ¿Por qué?

Porque los jóvenes, ahora, no tienen sentido del humor debido a que todo se lo damos resuelto, la familia y las instituciones. En el pasado no había de nada y el ambiente cultural que teníamos era casi nulo y, como consecuencia del empobrecimiento social, el divertimento que se ofrecía a los habitantes quedaba reducido a las ocurrencias geniales que él, y otros como él, tenían. Para comprender mejor estas genialidades de Francisco y las otras personas debemos viajar más al pasado y recordar una obra genial de la literatura española, “El Lazarillo de Tormes”. Esta novela picaresca fue publicada en 1554, es de autor anónimo y en ella queda retratada una época y las personas que tuvieron que salir adelante con sus penalidades particulares y las del conjunto donde vivían.
Si viajamos hasta los tiempos del señor Francisco en nuestro Villargordo querido y, salvando la distancia temporal que había entre su época y la que se refleja en esa obra, entonces comprenderemos qué mensaje nos regala la célebre frase de ese libro:
- [El hambre agudiza el ingenio.].
La pobreza de entonces desarrolló la mente del personaje para poder comer y en la España de entonces había dificultades para alimentarse, vestir, tener casa, comprar juguetes a los niños, poder divertirse… En nuestro pueblo sólo podían ir al cine, de vez en cuando y si podían pagar la entrada, pero ahora tenemos TV y actividades pagadas por los municipios; tomaban el café y jugaban unas partidas de cartas y dominó, los hombres pero las mujeres quedaban en casa, y ellos compartían unos vasos de vino en tertulia mientras comentaban las incidencias que habían tenido con el pájaro de perdiz durante el puesto de “cuco” o los resultados del fútbol.
Entonces no les regalaban nada los padres ni las autoridades y ellos, que tenían hambre de fiesta porque eran jóvenes pero jamás llevaban una peseta en el bolsillo, como necesitaban diversión pues  ponían en marcha su ingenio para reír un rato.
Cuando las inclemencias meteorológicas descargaban sobre nuestro pueblo aquellos tremendos temporales el mundo laboral se paralizaba y de alguna forma había que pasar el tiempo, las “ligueras del vino”, al no tener que ir a trabajar, se alargaban más de lo normal y por esa razón algunos se ponían bastante “moscas”, es decir, “borrachuzos”. Esto ocurría porque las tapas que entonces se ponían de aperitivo en los bares eran tan poco variadas y abundantes, normalmente un plato de garbanzos tostados o avellanas, que el alcohol que llevaba el vino hacía a los clientes más efecto por culpa de esas engañifas alimentarias que por la cantidad ingerida y las consecuencias que se derivaban por esas razones a los reunidos eran de ponerse “pintones”, entonces todos estaban muy graciosos y ya podía ocurrir cualquier inconveniente: caídas, discusiones o peleas.
Como estas escenas y situaciones se producían con bastante frecuencia en invierno y el vino elevaba el calor corporal pues la prenda de abrigo que entonces llevaban los hombres para resguardarse del frío, la “pelliza”, ya les estorbaba en el cuerpo… ¿Qué hacían con ella?  
Se la quitaban y, como no había en los bares perchas, pues  la dejaban encima de cualquier silla y, como a la hora de marcharse ya iban “borrachuzos”, pues se las dejaban en el bar o se les caía en cualquier esquina. Cuando al día siguiente tenían que salir de casa a la calle iban a la percha en busca de la “pelliza y, como no estaba, comenzaban a llamar a la esposa:
- ¡¡¡Nenaaaa!!!
Cuando ella acudía él volvía a la carga:
- ¿Dónde me has puesto la “pelliza?
Tú sabrás a quién se la dejaste anoche prestada porque venías sin ella –le contestó Mariquilla.
Esta escena la protagonizaba el “Cuco” con alguna frecuencia y ya se hizo famoso por ella, hasta el punto que en más de una ocasión tuvo que recurrir a Juan AntonioEl enterraor”, también conocido como “El cojillo de Natalia”, que era el pregonero del pueblo para que fuera voceando su pérdida por las esquinas.
Como el suceso se repitió más de una vez pues en una de ellas “El cojillo” se puso en la esquina de “El Maza” a vocear sus encargos y entre ellos dijo:
¡¡¡Oidoooo,
se hace saber,
que una “pelliza”
se ha perdido otra vez!!!
Como en aquellas cuatro esquinas siempre había reunida mucha gente pues uno de los que allí estaban escuchando el pregón gritó:
¡¡¡Del “Cuco” es!!!



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