viernes, 14 de julio de 2017

¿ES POSIBLE CAMBIAR DE LÍNEA IDEOLÓGICA?

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
Quienes pueden responder a esa interrogante serán los que pasaron por esa experiencia y quienes leyeron o escucharon sus argumentos.
Hay un libro con un sugerente título… “POR QUÉ DEJÉ DE SER DE IZQUIERDAS”.

Tal vez, ahí podría encontrar el lector curioso la respuesta o tal vez no. A mí no me sorprende que las personas que en él relatan su experiencia personal hayan pasado por la dolorosa situación de tener que renunciar a seguir defendiendo los principios que les hicieron militar o votar a los partidos de izquierdas.
Yo defiendo que las personas deben modificar sus formas de actuar cuando la realidad les enseña que la línea que sigue su ideología no es la correcta y lo opino así porque no actúo como lo hacía unos años atrás, en mi caso el cambio es fruto del desencanto que tengo con la política y la religión. Tengo que hacer la aclaración de que el desencanto general que sufrimos no es fruto de nuestros días sino que arrancó hace ya bastantes años debido a que siempre han sucedido acontecimientos suficientes para sacar conclusiones, la diferencia está en el número, antes eran unos pocos y en nuestros días es más fácil descubrir las miserias políticas de todos porque son legión.
He planteado este tema porque los acontecimientos que se nos están presentando a diario en los medios me tienen cabreado y, por qué no reconocerlo, muy preocupado. Por lo dicho, hace unas fechas recordé que hace años, el 7 de Noviembre de 2008, había leído un artículo de prensa que Luís del Pino escribió sobre ese libro y sus autores y, como me gustó mucho el contenido, lo guardé en una carpeta del ordenador. Durante estos años ha estado durmiendo la siesta en ella pero hace unas fechas lo busqué, lo encontré y lo desperté. Al leerlo de nuevo he recibido las mismas buenas sensaciones del pasado y decidí publicarlo para intentar abrir los ojos a quienes todavía los tienen cerrados.
Está en peligro la tranquilidad de todos los españoles porque cualquiera puede ser alcanzado por la palabrería fácil del “populismo”, ese pensamiento político embaucador que vende en España como verdad lo que es mentira, lo está haciendo desde hace varios años a diario con la manoseada y productiva técnica de repetir lo que les interesa miles de veces, usando los medios de comunicación y las redes sociales, con la malsana intención de apoderarse del poder que tanto desean para que, una vez capturado, el lobo ya se quitará la piel de cordero y convertirá al generoso y confiado electorado que los votó –también a los que no- en prisioneros de ellos y todo gracias a esa nueva ideología política cuyo programa se sustenta en manipular al “pueblo cabreado”.
El que no se lo crea que, antes de votarlos, viaje a Venezuela y viva allí, en primera persona, las consecuencias de lo que han hecho con los venezolanos los progenitores de esta izquierda mentirosa. Éstos, los de Podemos, son hijos aventajados de aquellos y quieren que en España también bebamos la medicina que se fabrica con aquel modelo político… ¡¡¡Tenemos tantos necesitados desengañados que cuando Podemos les toca la flauta acuden tras ellos y los llevan al lugar que les interesa!!!
Los dejo con el escrito de Luís del Pino, un gran periodista.
POR QUÉ DEJÉ DE SER DE IZQUIERDAS
Hasta la gripe tiene sus ventajas. Entre otras, porque puedes aprovechar el tener que quedarte en la cama para ponerte al día con las lecturas atrasadas. Es lo que me ha pasado a mí ayer y hoy.
Uno de los libros que he podido leer es “Por qué dejé de ser de izquierdas”, de Javier Somalo y Mario Noya, que recomiendo vivamente. Se narran en él las historias de diez personas que, habiendo militado en distintos grados en las filas de las diferentes izquierdas españolas, efectuaron luego un tránsito intelectual hacia posiciones que, más que de derechas, podríamos denominar liberales. En realidad, debería decir que son doce, y no diez, las historias que se cuentan en el libro, porque también Javier Rubio y César Vidal dan testimonio de su evolución en el prólogo y el epílogo de la obra, respectivamente. Ese prólogo y ese epílogo son, de hecho, dos capítulos más de un conjunto de vivencias realmente apasionante.
Desde Federico Jiménez Losantos hasta Amando de Miguel, pasando por Pío Moa, Juan Carlos Girauta, Horacio Vázquez-Rial, Pepe García Domínguez, Cristina Losada, Pedro de Tena, José María Marco y Carlos Semprún, el libro nos va narrando la experiencia vital de una serie de personas que, como en seguida se adivina, compartían y comparten una característica común: el idealismo. Por idealismo abrazaron la causa de la izquierda, como forma e instrumento de rebelión frente a aquello que les parecía injusto dentro de su entorno. Y por idealismo terminaron abandonando el marxismo, el trotskismo, el comunismo o el socialismo, al ver cómo la izquierda, lejos de representar una liberación del hombre, terminaba siempre significando la negación de cualquier derecho individual y la implantación de una tiranía, sutil o no tan sutil, que siempre resultaba peor que las que decía combatir.
Desde ese punto de vista, deberíamos decir que el título de la obra es paradójicamente engañoso, porque parece sugerir una evolución de pensamiento en los distintos personajes, cuando, en realidad, después de leer el libro, uno se da cuenta de que no existe, verdaderamente, tal evolución. Esos doce personajes continúan estando exactamente en el mismo lugar en el que estaban hace tres décadas: entraron en la trinchera para luchar por la libertad y, treinta años después, siguen estando en la misma trinchera. Quienes se han movido han sido otros.
Los que se han movido son aquéllos que abandonaron esa trinchera de la libertad, en la que nunca creyeron sinceramente y en la que sólo vieron un instrumento coyunturalmente útil para imponer sus propias tiranías o satisfacer sus propios intereses. Miradas las cosas desde esa perspectiva, es cierto que los doce personajes que Somalo y Noya retratan abjuraron de la izquierda, pero porque fueron constatando, cada uno a su manera, que era la izquierda la que había abjurado de esa libertad que decía defender; que era la izquierda la que acabó por salirse de la trinchera, dejando atrás a tanta gente que, como nuestros doce protagonistas, sí que luchaba verdaderamente por algo que creía justo.
Esa sensación de permanencia que uno saca al leer el libro no afecta sólo a las posiciones de los doce personajes cuyas vivencias se narran. Es que también se percibe claramente, a medida que se va progresando en la lectura, que, en realidad, nada ha cambiado tampoco fuera de la trinchera: la sociedad española sigue sometida a los mismos esquemas autoritarios que hace cuarenta años. Unos esquemas que se dejan sentir en el acoso al discrepante, en la sistemática negación de derechos a los que los ciudadanos de otros países jamás renunciarían, en el desinterés o la inhibición de una gran mayoría de la población ante los desmanes del poder de turno...
Resulta estremecedor constatar, al leer el libro, cómo se parece en algunos aspectos la situación actual a la que nuestros doce personajes pudieron vivir al final de la Dictadura. De hecho, en algunos campos muy determinados, varios de los testimonios muestran, inevitablemente, cómo las libertades en España han retrocedido de manera brutal con respecto a las que pudieron disfrutar los españoles en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Franco.
En resumen: se trata de un libro apasionante, de fácil lectura y bien documentado. Escrito, además, por dos de las personas más brillantes de ese extraño conglomerado de resistentes e iconoclastas que se llama Libertad Digital. Merece la pena repasar las doce trayectorias que Javier Somalo y Mario Noya retratan, para entender mejor lo que es y lo que ha sido la izquierda española.
Y lo que es, ha sido y seguirá siendo la lucha por la libertad en España, que, como verán ustedes al leer el libro, no ha acabado en modo alguno. En realidad, casi no ha hecho más que empezar.











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