sábado, 13 de mayo de 2017

JESÚS: CAMINO, VERDAD Y VIDA.

Colaboración de Paco Pérez
Mientras vivió nos regaló sus enseñanzas, lo hizo con ejemplos de la vida y practicando un comportamiento perfecto cuando se relacionaba con las personas, perdonando las ofensas y no devolviendo las agresiones que le hacían, denunciando lo incorrecto, proponiendo respuestas viables…
Todo esto lo hacía, a diario, en su labor misionera de predicación de la Palabra, quienes le siguieron iban junto a Él de un lugar a otro y, con este modelo, fueron enriqueciendo su etapa formativa.

Después de su muerte los apóstoles y seguidores formaron un grupo de vida comunitaria en el que compartían sus bienes y se ayudaban. A este grupo se incorporaron gentes que vivieron mucho tiempo fuera de Jerusalén y que tenían sus antepasados entre quienes fueron deportados, por eso entraron en contacto con otras culturas, se enriquecieron con ellas  y al final de sus días regresaban al lugar de sus orígenes para morir porque eran personas de avanzada edad y por ello, si moría el hombre, la esposa quedaba desamparada. Estas gentes eran conocidas como los “helenistas”. Por las circunstancias que vivieron tenían un pensamiento más abierto que los judíos cristianos de Jerusalén y, cuando el momento lo requería, se manifestaban de manera crítica contra las instituciones locales, la sinagoga y el templo.
Estos cristianos helenizados practicaban un enfoque muy radical del mensaje recibido, chocaron con la cultura del lugar y sufrieron el rechazo y la persecución de las gentes de Jerusalén después de la muerte de Jesús.
Hoy queda reflejada esta realidad en HECHOS 6, 1-7. En él los “helenistas” denunciaron que sus viudas no eran atendidas de manera correcta. Ante la nueva situación planteada, los apóstoles reaccionaron y, para evitar situaciones como la que se les planteó, decidieron que un grupo se encargaría de atender estos problemas y otros de la labor misionera. 
Leamos el texto :
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:
-No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea, nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el  número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.

Al vivir en comunidad los problemas se multiplican y, como es lógico, hay que darles respuesta. Ya ocurrió entonces y hoy podemos comprobar qué hicieron sus componentes para darle solución. Los apóstoles aceptaron las críticas de los “cristianos helenistas”, por ellas comprendieron que la labor que tenían encomendada requería de un reparto de funciones para ser más eficaz y por ello les propusieron que eligieran al grupo de “SIETE DIÁCONOS” de entre ellos.
Su comportamiento, en comparación con el de los apóstoles, tenía un tono nuevo y más directo, hasta el punto de atreverse a criticar la Ley y lo que se hacía en el Templo, por actuar así chocaron con los fariseos y, por esa razón, los integrantes del grupo fueron perseguidos, Esteban murió martirizado, se marcharon de allí y llevaron el evangelio fuera de las fronteras de Jerusalén; hasta Judea, Samaría y las regiones colindantes. 
Mientras ellos eran acosados, los apóstoles y sus seguidores no tuvieron que moverse de la ciudad ni esconderse. Esta realidad me intriga y me obliga a preguntarme… ¿Cómo es posible que se dieran estos dos hechos tan contrarios si todos predicaban a Jesús?
Si los “apóstoles y seguidores” no fueron molestados y los “helenistas” sí me hace pensar en que, tal vez, fue porque en aquel momento los segundos seguían con más fe a Jesús que los primeros, que por ello su comportamiento les hizo denunciar con radicalidad todo lo que no funcionaba y que no agradaba a quienes dirigían los destinos del pueblo.
Soy partidario de un comportamiento radical que anteponga las VERDADES de la BIBLIA como CAMINO, VERDAD y VIDA. No quiero rupturas pero sí deseo que se acaben las posturas plastilinas que están convirtiendo el cristianismo en un circo que gira de manera permanente alrededor de las imágenes y el folklore cultural que las rodea… ¿Para seguir ese CAMINO murió Jesús en la CRUZ y el montón de mártires que hubo y hay?
El RADICALISMO lo enseñó Jesús de manera práctica: Con la escena de los cambistas, denunció los abusos que cometían las autoridades en el Templo; perdonando a la pecadora, denunció la hipocresías de todos los pecadores presentes; comiendo con los marginados, denunció que todos somos iguales y que Dios no hace acepción de personas; curando en sábado, les enseñó que lo primero es atender al necesitado…
Una vez más, comprobamos que los hombres nos perdemos cuando abrazamos, por miedo o ignorancia, lo que no debe ser y dejamos a un lado la esencia. Vamos a leer una parte del texto 1 PEDRO 2, 6-9:
Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.
Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la “piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular”, en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra, ese es su destino.
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Si creemos realmente en Jesús entonces aceptaremos que la labor misionera que Él inició hay que continuarla y que ésta es de todos, curas y no curas.
¿Entendieron los apóstoles a Jesús de inmediato? ¿Lo entendemos nosotros ahora?
Él nos dice hoy en el texto de JUAN 14:
- En 5-6:
Tomás le dice:
- Señor, no sabemos   dónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?
Jesús le responde:
- Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Mientras vivió hizo cosas, las vieron todos y las conoceremos si leemos la Biblia. Ahora somos nosotros los que debemos continuar nuestro viaje terrenal por el camino que nos dejó construido.
– En 7-10:
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora lo conocéis y lo habéis visto.
Le dice Felipe:
- Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica:
- Hace tanto que estoy con vosotros ¿y no me conoces Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto a mi Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Lo que yo os digo, no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en Mí, él mismo hace las obras.
Aquí nos muestra Jesús su condición humana, el reproche que le hace a Tomás es fruto de la decepción que debió sufrir cuando comprobó que atado a las cadenas del hombre viejo no había visto el CAMINO que le dejó durante su predicación. Igual les ocurrió a los demás y tuvo que resucitar para que ya se les cayera la venda que les impedía ver quién era realmente.
Nosotros, lo tenemos más complicado que sus contemporáneos porque no entramos en la Biblia para conocerlo, el único CAMINO que nos queda para conocerlo.



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