sábado, 22 de abril de 2017

RECUERDOS DE MIS AÑOS JÓVENES

Colaboración de Paco Pérez
INCOMPRENSIÓN E INJUSTICIA POR EL AMOR DE UNA MUJER
Los hechos que os voy a relatar hoy ocurrieron hace tantos años que no recuerdo con precisión cuando tuvieron lugar pero lo que sí recuerdo bien es que sucedieron en verano. Para contrastar mis datos, tomados de lo que presencié y escuché entonces de los paisanos, entré en contacto con algunos amigos algo mayores que yo que también vivían en mi barrio y con otros que no.
Comencé la investigación mandando la foto que me regaló Tomás Lendínez, por WhatApp, a mi buen amigo Juan Valero CañasEl Pelotas” y le adjunté este comentario:

- Juanito, esta foto tiene muy mala calidad pero a pesar de ello, al verla, mi mente ha volado hasta nuestra niñez y me ha regalado el recuerdo imborrable de un hecho muy lamentable que sonó mucho entonces. Mírala bien y me dices los recuerdos que te ha regalado a ti. Hazlo pronto porque en estos momentos estoy escribiendo el relato de lo que sucedió ese día pero quiero confirmar lo ocurrido bien y hacerlo antes de publicarlo, para ello hablaré también con otras personas.
Cuando me contestó coincidimos en lo importante: Que fue un hecho bochornoso ocurrido en Villargordo cuando teníamos muy pocos años, que impresionó a mucha gente y que en aquellos tiempos no era posible manifestarse ni posicionarse contra quienes lo hicieron… ¡¡¡Los Guardias Civiles, los municipales y algunos paisanos que colaboraron con ellos!!!
Entonces no se comprendió muy bien la que montaron estos funcionarios para apresar al señor Mateillo pero en su descargo hay que reconocer, en honor a la verdad, que ellos obedecieron órdenes y para situaciones como estas siempre se dijo que donde mandaba el patrón no mandaba el marinero. Esa expresión es verdadera pero… ¿Qué pintaban allí los paisanos que también intervinieron? ¿Quisieron hacerse los graciosos con las autoridades o fue porque tenían muy poca personalidad?
Cuando el amigo Tomás me mostró hace unas fechas esa foto de antaño con esas jovencitas bailando, en la explanada que hay frente a la puerta del “campanillo” de nuestra Ermita, un “bolero” antiguo de nuestro pueblo que les había enseñado Paquito Jiménez Delgado El Chapiro” mi mente viajó al pasado.
Lo hizo porque al fondo de ella se puede ver una casa deteriorada por el paso de los años y por no estar habitada, entonces era la última vivienda de la calle que en aquellos años era conocida popularmente como “El Centro”, hoy Pablo Iglesias. Pues bien, al ver la foto recordé de inmediato la historia que ahora voy a mostrarles.
En aquellas fechas yo vivía en la calle Queipo de Llano, hoy 14 de Abril, y por esa razón lo normal era que estuviera jugando por las tardes en los alrededores de la Ermita o del Cementerio y el día de autos, estando por allí, alguien comentó lo que estaba pasando en esos momentos en esa casa que había junto a la Ermita, salimos corriendo y, al llegar, entonces vi que había mucha gente observando desde la distancia lo que sucedía en esa vivienda y los alrededores… ¡¡¡Estaba rodeada por los Guardias Civiles del pueblo y los Municipales!!!
Preguntamos por lo que ocurría y alguien dijo que el señor Mateillo estaba muy trastornado y que cuando habían intentado conducirlo al Centro Psiquiátrico de Jaén él se había puesto muy violento y que por eso habían tenido que venir las autoridades, en unos días he aprendido que esa historia fue falsa y que el daño moral que le hicieron a esa familia ya no se puede restituir.
Recuerdo que Mateo padre vivía con su hijo en aquella casa, yo lo veía como un señor ya mayor, creía que vivían solos porque perdió a su esposa y la realidad era otra, que estaba el matrimonio roto y vivían separados, que el hijo se quedó en casa con el padre y que la esposa vivía en la calle La Luna con su madre cuando ocurrieron aquellos sucesos.
De Mateo padre guardo una imagen clara, pues era frecuente verlo visitando las casas y los bares para hacer un sorteo entre quienes le compraran una carta de la baraja española, el premio siempre era el mismo… ¡¡¡Un conejo de corral!!!
La razón era bien sencilla, en aquellos años en los corrales de las casas se criaban animales de varías clases: En las cochineras los marranos; los pavos y las gallinas estaban sueltos en el corral, teniendo su cobijo en las leñeras, y los conejos vivían en las madrigueras que éstos excavaban en el suelo. Para poderlos pillar tenían que ayudarse de unos lazos que ponían en las bocas de éstas, eran cuerdas o alambres finos que pendían del extremo de una caña o vara larga. Con estas industrias se buscaban estos dos hombres un dinero extra para vivir, además de los jornales que podían dar en la agricultura.
Mateillo no era un hombre abierto, más bien poco extrovertido, pero eso no le impidió sentirse acosado injustamente por las autoridades porque no había hecho nada y ese sentimiento le dio impulso para subirse a la cámara de la casa y hacerse fuerte en ella. La vivienda no tenía piso superior y la cámara era el pequeño espacio bajo que quedaba entre el tejado y el entresuelo, a ella subían por un agujero que había abierto en una bovedilla del entresuelo y ayudándose de unas escaleras móviles de madera. Allí guardaban algunos trastes inservibles.
Él se subió allí cuando se enteró de que iban a detenerlo, no atendió las palabras de quienes se acercaban para disuadirlo y les respondía lanzándoles por el agujero del entresuelo los trastes viejos que tenían guardados en ella. Por esa actitud violenta nadie osó subirse a unas escaleras y asomar la cabeza por el agujero, ni los valientes funcionarios de las Fuerzas de Seguridad del Estado y del Municipio.
Como no encontraban la fórmula mágica que les permitiera resolver aquella situación tan embarazosa pues algún listillo les alumbró una brillante idea, según él, para hacerle bajar del escondite a prisa y sin paracaídas… ¡¡¡La ocurrencia fue una salvajada y, en nuestros días, los paisanos y autoridades que actuaron hubieran ido a la cárcel!!!
Uno de esos asesores fue “El Pavillo de los Ojos Chicos”, estaba casado con una hermana de Juan JoséEl Bendito”. Parece ser que este señor se subió al tejado de la casa con una maquinilla que se usaba entonces para fumigar con polvos los olivos y, por la chimenea y un agujero que abrieron en el tejado, le llenaron las dependencias de la casa con ese producto para que al encontrar él dificultades respiratorias no tuviera más solución que entregarse.
Los hechos ocurrieron por la tarde, había bastante sol, el señor Mateillo no daba señales de rendición, el temor de que hubiera ocurrido lo peor se comenzó a comentar, llegó la noche y nos marchamos a casa los curiosos, las fuerzas militares se quedaron allí toda la noche de guardia, amaneció y, con la luz del nuevo día, tomaron la decisión de entrar en la casa.
¿Qué se encontraron allí?
La sorpresa de que el señor Mateillo había abandonado el lugar sano y salvo, los dejó en ridículo y cada vecino elaboró una historia personal sobre cómo evitó no morir con la fumigación. También se habló mucho sobre cómo se escapó sin que se percataran sus valientes verdugos.
En mi labor investigadora tuve la suerte de encontrarme con Juan JoséEl Espartero”, le recordé aquella historia y le pregunté si él recordaba lo que sucedió por ser también vecino de aquel barrio. Llamé a la puerta justa porque él fue quien me alumbró lo que le faltaba a la historia para completarse y, sobre todo, para que la verdad triunfara sobre la mentira difundida entonces.
En aquellas fechas los padres de Juan José tenían un melonar cerca de Almenara, él se encontraba entonces de “melonero” y, como Mateillo se había perdido del mapa local pues una tarde se presentó en el melonar y Juan José, al verlo llegar, temió que le hiciera algo por la fama de “loco” que le habían adjudicado. El huido comprendió que, como era joven, al verlo se asustara y por eso rápidamente lo tranquilizó diciéndole:
- Juan José, tú tranquilo, que yo no te voy a causar problemas, sólo quiero que me des de comer.
Mientras lo hacían hablaron de lo que sucedió y Mateillo le contó que el verdadero problema que él tuvo para estar así fue que se había enamorado de una muchacha del pueblo, voy a omitir el nombre porque aún vive, que cuando la veía la piropeaba y le decía que la quería como novia y que ella no le correspondía. Él, a pesar de que sabía que no lo quería, siguió insistiendo y, tal vez, esa insistencia enfermiza ocasionara que ella se sintiera agobiada con su proceder. Cómo llegó esa noticia a las autoridades no lo sabía él pero la verdad es que como sí sabía que no había cometido más delito que pretenderla, lo que hacían los hombres entonces para empezar las relaciones del noviaje, pues decidió resistirse a las autoridades.
También le comentó a Juan José que cuando le echaron los polvos él vio que en la cámara había unas orzas y en una de ellas fue donde encontró la ayuda necesaria para salir vivo del acoso a que lo sometieron pues metió parte del cuerpo dentro de una hasta que pudo respirar bien y, cuando llegó la noche, por el agujero que le abrieron en el tejado para echarle los polvos huyó hasta los tejados de las casas colindantes.
Después de conocer estas nuevas noticias de aquellos hechos me pregunté… ¿Quién estaba más loco? ¿A quién debieron de detener después? ¿Pudo ser la huida una estrategia de las autoridades para tapar la injusticia tan grande que cometieron con esa familia?
Me he planteado esta última interrogante porque Juan José, el de más edad de los contemporáneos consultados, me informó de que Mateillo regresó un tiempo después al pueblo y no lo molestaron, finalmente se marchó y ya nadie supo más de él… ¿Por qué se fue?

Juan José no lo sabe pero si queremos descubrirlo nosotros, es posible, deberemos hacer un clic en… ¡¡¡PARA MATEILLO, ALLÁ DONDE ESTÉ!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario