sábado, 1 de abril de 2017

LA MUERTE… ¿FINAL Y COMIENZO?

Colaboración de Paco Pérez
Dios siempre nos señala el camino pero no lo hace de la misma manera porque los hechos y las circunstancias que nos afectan nunca son iguales. Una muestra de esa afirmación está en la primera lectura, Ezequiel 37, 12-14. En ese texto se nos recuerda que el profeta le muestra al pueblo cautivo un camino de esperanza para mitigarles el dolor que estaban viviendo en la deportación. Les comunica que su situación es una forma de sepulcro y de muerte, como otras que se nos pueden presentar a lo largo de nuestra vida.

Cuando pasaron los años las palabras del profeta se cumplieron y entonces quedó demostrado que Dios siempre se preocupa de nosotros y que cumple lo que promete. Debemos reconocer en nuestros días que, en aquellos años y siendo esclavos, había que tener unos principios religiosos muy fuertes para tener FE y así creer en el mensaje del profeta.
Pasan los años y Jesús les dice que si tuviéramos FE podríamos mover las montañas… ¿Hemos interiorizado el alcance de esa afirmación?
Es verdad que hablamos de ella con frecuencia y luego resulta que no intentamos ponerla siguiendo los pasos que hoy nos enseña Jesús en Juan 11, 1-45. Digo esto porque los cristianos hemos encontrado nuestro camino particular para conseguir que nuestros problemas salgan adelante.
Cuando todo nos marcha bien pasamos de Dios pero si estamos en apuros entonces nos acordamos de Él y, como es lógico, cuando desconocemos algo pues siempre nos resulta muy difícil hacerlo bien. Lo digo porque, tal vez, estemos desorientados y de ahí que equivoquemos el procedimiento. Es posible que muchos negociemos con Dios en un plano mercantil cuando confundimos nuestra relación con Él, al pedirle algo, con un trato de compra humano y por eso no lo hacemos pensando que es nuestro Padre y nosotros sus hijos. Los hombres cobran por lo que venden pero Él regala. Tampoco lo hemos entendido cuando no nos dirigimos a Él de manera directa y buscamos como intermediarios a los “santos” para que nos conceda lo que necesitamos, a cambio de su favor le ofrecemos pagarle con “promesas”… ¿Las cumplimos si no recibimos lo pedido?
Jesús nos enseñó el camino cuando, para resucitar a Lázaro, se lo pidió directamente a su Padre y está en Juan 11, 41-43:
Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto dijo:
- Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
- ¡Lázaro, ven afuera!
Jesús sabía que necesitaba darles una prueba tangible de quién era para reforzarles la FE, para mí queda aclarada en Juan 11, 38-40:
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba -era una cavidad cubierta con una losa. Dijo Jesús:
- Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
- Señor, ya huele mal porque ya lleva cuatro días.
Jesús le dijo:
- ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
En aquellos tiempos comprender su mensaje era más complicado que hoy pero como no leemos la Biblia suficientemente seguimos atascados.
San Pablo nos recuerda, en Romanos 8, 8-11, que podemos vivir de dos formas diferentes: Agarrados a la materialidad del mundo o no. Quienes escogen los placeres de la carne desagradan a Dios y, como es lógico, su Espíritu no puede habitar en el hombre. Quienes escogen vivir según su camino sí reciben el premio del Espíritu de Cristo y pueden llamarse cristianos. Éstos, al final de sus días terrenales, padecerán la muerte física del cuerpo como consecuencia del pecado pero su espíritu vivirá después de ella porque Jesús murió por nosotros.





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